El túnel de la esperanza
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Una lista impensada tejida por desgracias inevitables.
“Armas, alimentos, medicinas, oleoductos, cables eléctricos, líneas telefónicas y personas”, relata Edis Kolar, de 49 años.
“Soldados, civiles, heridos, incluso los cuerpos de los fallecidos…”
“Por allí pasó todo lo que un túnel podía permitir. Era el único acceso a la Sarajevo sitiada”.
Kolar menciona el túnel de Sarajevo, conocido como “el túnel de la esperanza”, cavado bajo la casa de sus abuelos en 1993.
En plena Guerra de Bosnia, conflicto étnico en los Balcanes, se desbordaron vidas y hogares.
Más de 100.000 personas perdieron la vida y 2,2 millones fueron desplazadas.
Bosnia y Herzegovina, la región más diversa de Yugoslavia, fue la más golpeada tras su desintegración.
Con combates entre bosnios, serbios y croatas, la guerra cesó en 1995 por presión occidental.
Sarajevo, la capital, sufrió un asedio de cuatro años, el más largo de Europa moderna.
Un túnel de apenas un metro de ancho y 1,7 de alto mantuvo a la ciudad viva.
Su extensión de 800 metros permitió salvar a 400.000 personas atrapadas.
Construido entre marzo y junio de 1993, unió Sarajevo sitiada con un área controlada por la ONU.
Antes del túnel, cruzar el aeropuerto era la única opción, pero era un camino mortal.
Hoy, el túnel es museo; sólo 20 metros son accesibles, pero atrae a multitudes.
Un refugio forjado por el destino
Edis Kolar tenía 18 años cuando el túnel se cavó bajo su hogar familiar.
“Al inicio de la guerra, nuestra casa fue atacada por ser la más expuesta”, dice.
«Era la vivienda más cercana al aeropuerto, el lugar ideal para el túnel.»
Tras el bombardeo, Edis se unió al ejército junto a su padre, dejando la construcción a otros.
En cuatro meses, 300 personas cavaron sin descanso, terminando el pasadizo de esperanza.
“El túnel invisible”
“El túnel de la esperanza era también ‘el túnel que no existe’”, dice Midhat Karic, guía del museo.
Caminando por la réplica turística, Midhat revive las sombras de aquel pasado.
Cuenta que su madre, con cáncer, necesitó cruzar el túnel para recibir atención médica en Sarajevo.
“Fuera sólo trataban heridos; las operaciones complejas eran imposibles fuera de la ciudad”, explica.
“Llevé a mi madre a través del túnel. Falleció meses después, y la devolvimos por el mismo camino para enterrarla en casa”.