La ciudad fantasma que estuvo abandonada
De paraíso brillante a nostalgia atrapada en ruinas
Hace medio siglo, Varosha fue un destino resplandeciente, reflejo del lujo y la vida vibrante. Este suburbio de Famagusta, en el noreste de Chipre, vivió su apogeo entre los años 60 y principios de los 70.
Sus playas bañadas por el Mediterráneo y sus hoteles de cinco estrellas atraían a visitantes de todo el mundo. Celebridades como Elizabeth Taylor, Brigitte Bardot y Richard Burton paseaban por sus calles. Pero todo cambió abruptamente en 1974, cuando la invasión turca forzó a sus habitantes a huir, dejando todo atrás.
Un conflicto que dejó una ciudad congelada en el tiempo
En julio de 1974, las tropas turcas invadieron Chipre, obligando a 39,000 residentes de Varosha a huir en cuestión de horas. Sus hogares y negocios quedaron abandonados, atrapados tras las vallas que el ejército turco instaló al tomar el control.
Avghi Frangopoulou, quien tenía 15 años en ese entonces, recuerda el caos: «Corría porque los aviones estaban justo encima de mí». Su familia había comprado apartamentos en la playa poco antes de perderlo todo.
Desde entonces, Varosha se convirtió en una “ciudad fantasma”, inaccesible para civiles y usada como moneda de cambio en las negociaciones de paz. Aunque la ONU, en su resolución 550 de 1984, exigió devolverla a sus legítimos dueños, el enclave permaneció cerrado y en deterioro.
El resurgimiento parcial y el “turismo oscuro”
En 2020, Turquía reabrió parcialmente Varosha, transformándola en un destino de “turismo oscuro”. Lo que una vez fue un refugio de lujo ahora atrae a curiosos que caminan entre ruinas.
La playa volvió a llenarse de bañistas, pero su entorno está marcado por edificios derruidos, ventanas rotas y fachadas corroídas por el tiempo. Para los antiguos residentes, esta transformación es un golpe doloroso.
“No somos fantasmas, y nuestra ciudad no es una ciudad fantasma”, protesta Frangopoulou. Para ella, esta reapertura trivializa el sufrimiento que dejó la invasión.
Recuerdos atrapados entre escombros
Los antiguos habitantes que regresan ven sus hogares irreconocibles. Avghi señala su antigua casa, ahora cubierta de escombros, con nostalgia y frustración. “Solo quiero subir las escaleras, pero hay policías que te detienen”, comenta.
Otros, como Andreas Lordos, sueñan con restaurar lo que una vez fue. Su familia construyó el hotel Golden Marianna, que aún permanece en pie pero devorado por la naturaleza. “Mi padre lo hizo con solo 27 años. Sueño con reabrirlo algún día”, confiesa.
Sin embargo, recuperar propiedades sigue siendo casi imposible, ya que el proceso está lleno de obstáculos legales y políticos.
¿Un puente hacia la reconciliación o un símbolo de división?
Para algunos, Varosha podría ser un símbolo de esperanza y unidad. Serdar Atai, un activista turcochipriota, anhela un futuro donde griegos y turcos compartan la isla. “Todos hemos perdido en este conflicto”, reflexiona.
Pero las tensiones políticas persisten. Oguzhan Hasipoglu, parlamentario turcochipriota, defiende el control del enclave por parte del norte. “Nos ven como una minoría y no están dispuestos a compartir el poder”, afirma.
El destino de Varosha sigue incierto. Podría resurgir como un balneario bajo control turco, permanecer como un destino turístico oscuro, o transformarse en un puente hacia la reconciliación.
Para los antiguos residentes, el tiempo se agota. Su sueño de volver a casa se enfrenta a una realidad que aún no encuentra resolución.